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16 jul 2025
Temas de interés
María Luisa Domínguez, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio de Ingenieros de Caminos
Javier Rui-Wamba © Rafael Vargas
En 2019 Esteyco cumplió 50 años y la Fundación del mismo nombre presentó el libro “Los primeros 50 años”. Este título demostraba el espíritu del propio Javier Rui-Wamba: que la empresa que hacía 50 años había fundado le sobreviviera.
Javier, como no muchos de esa maravillosa generación, preparó su relevo en la empresa con antelación. El propio libro lo reflejaba: un libro coral, como lo son los buenos proyectos de ingeniería: fruto de un trabajo en equipo. Esteyco y su fundador, Javier, fueron capaces de diseñar una transición hacia un modelo de gestión moderno, con un esquema matricial adaptado a las necesidades de una empresa de ingeniería que quiere jugar en el campo internacional.
En la presentación del libro y en el homenaje que de alguna forma ese evento fue a la persona de Javier y su obra, tuve la oportunidad de intervenir como directora general de ADIF, y destacar algunos de los valores que Esteyco y ADIF habíamos compartido durante los años de colaboración en el desarrollo de la red de alta velocidad española.
Hoy quiero dedicar unas palabras a Javier y a su obra, la ingeniería Esteyco, desde mi condición de Vocal de la Junta de Gobierno del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, y recordar algunas de las cuestiones de las que hablé en aquella intervención y que siguen estando de absoluta actualidad casi 6 años después.
Javier tenía una característica que comparten muchos compañeros de profesión: sabía hacer bien las cosas. Y además una virtud que ya comparten muy pocos: saber contarlas.
A través de la Fundación Esteyco creó ese espacio donde contar todo lo que le apasionaba y no sólo la ingeniería, y se lo ofreció a compañeros y amigos que también tenían cosas que contar, querían y sabían hacerlo.
En estos días se ha destacado el papel de Javier y de Esteyco en la transformación de Barcelona con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. Sin duda un papel destacadísimo en este proyecto, y la Fundación dedicó un libro para presentarnos a través de imágenes fundamentalmente la espectacularidad de esa modernización de la ciudad y la recuperación de algunos territorios que habían vivido hasta entonces de espaldas a la ciudad, como su puerto o sus playas urbanas.
Recordaba al inicio el libro que se presentó en 2019, “Los primeros 50 años”. En él su autor principal, Carlos García Acón, nos explicaba que Javier había empezado a preparar la transición hacía casi 15 años. Aunque la transformación de su modelo de gestión no se inició hasta 2018, en nuestra profesión bien sabemos que los proyectos importantes no se improvisan: un buen proyecto tiene bien marcadas sus líneas estratégicas desde el principio.
Para tratar de adivinar cómo serán los próximos 50 años es muy importante mirar y analizar cómo han sido los 50 anteriores, qué retos hemos superado y cómo hemos transformado, con nuestra profesión, el mundo que recibimos y el que dejaremos. Nuestros retos de presente y futuro son el cambio climático, una sociedad envejecida, una ciudad basada en el transporte público colectivo y con base sólida en la economía circular. Coincido con Carlos en que el ferrocarril será uno de los modos de transporte protagonista de ese futuro, y esa certeza nos obliga a establecer la estrategia adecuada ante semejante responsabilidad: en España, en la Unión Europea, y en otros continentes donde los ingenieros españoles tenemos la oportunidad de exportar nuestro conocimiento y experiencia.
De mi etapa en Adif y mi trabajo con Esteyco recuerdo con especial cariño el proyecto de entrada de la alta velocidad en la ciudad de Valencia, que incluyó el nuevo puente sobre el encauzamiento del río Turia. Como directora del proyecto, pedí un exhaustivo análisis de alternativas para ese puente, que tenía que estar lo suficientemente bien resuelto y ser lo suficientemente elegante como para contrarrestar y desmontar el empeño que entonces había porque la llegada de la alta velocidad se produjera en subterráneo, bajo el nuevo cauce.
Fue uno de los últimos proyectos que dirigí personalmente, y tuve la suerte de que Javier se involucrase intensamente en él. Ahí está nuestro puente: elegante, discreto, bien resuelto estética e hidráulicamente: sus pilas no han alterado el caudal en la última (y desgraciada) riada de octubre pasado. Todavía guardo el cuaderno donde resumí las múltiples tipologías que Javier y su equipo estudiaron, pacientemente, para dar forma a ese puente. Cuando leí el libro “Los primeros 50 años” supe que Javier había trabajado en las obras del nuevo cauce del río Turia en Valencia durante sus primeros años de profesión. Quiso el destino que ADIF encargase a Esteyco el diseño del puente sobre ese encauzamiento para la entrada de la alta velocidad en Valencia; y que fuera yo la directora de ese proyecto.
Igualmente, el destino ha querido que hoy sea vocal de la Junta de Gobierno de nuestro Colegio y tener el honor de dedicarle a Javier unas palabras de admiración y gratitud; a su familia de cariño y consuelo; y a sus compañeros de Esteyco, y en particular a Carlos, de ánimo y una pizca de suerte: cuando se recibe un legado tan inmenso es una gran responsabilidad mantenerlo y seguir haciéndolo crecer.
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