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7 jul 2024
Ha muerto Juan-Miguel Villar Mir, un personaje poliédrico que ha desempeñado un papel ingente y admirable en un largo periodo que abarca desde los últimos años del régimen anterior hasta casi ayer mismo, ya que, pese a su provecta edad, la lucidez le ha acompañado hasta la última hora. Deja a sus espaldas una biografía intensa, brillante y abigarrada, pródiga en servicios a la comunidad.
No cabe en este breve obituario una reflexión medianamente completa de su actividad prodigiosa, pero no se entendería el personaje si no se dijera de él que fue ingeniero, empresario, abogado, catedrático, académico, político, humanista y mecenas, todo ello en abundancia. Doctor ingeniero de Caminos Canales y Puertos, desempeñó diversos algos cargos en la Administración hasta que por su notoria competencia alcanzó la presidencia de Altos Hornos de Vizcaya y sus filiales. Rechazó por dos veces ser ministro antes de la democracia, pero sí aceptó, a la llamada del recién entronizado rey Juan Carlos, la Vicepresidencia Económica del Gobierno, en la que se rodeó de un excelente equipo. Duró pocos meses en aquel destino, pero fueron suficientes para desmantelar la autarquía económica, contribuir a consagrar los primeros derechos fundamentales y, particularmente, redactar el Libro Blanco para la Reforma Fiscal, que sirvió después de pauta para el nuevo sistema tributario, no muy distinto del que hoy poseemos.
Concluida aquella labor, Villar Mir abandonó la política por completo Y se dedicó preferentemente al mundo empresarial, en el que triunfó plenamente. Sobre los barbechos de Obrascón, Huarte y Laing fundó OHL, una de las grandes compañías constructoras que pasó a engrosar la nómina del espléndido plantel de constructoras de nuestro país y pionera en la internacionalización. Luis María Anson escribió de él que ”no cede ni en prestigio ni en éxito ante los más grandes de nuestra historia contemporánea: Xifré, Salamanca, March, Guadalhorce, Botín, Areces, Barreiros, Fainé, Amancio Ortega…”.
Pero Villar Mir no solo fue un empresario ingeniero o viceversa: su mitad menos prosaica se volcó en el mundo de la cultura, lo que le valió ingresar en la Real Academia de la Ingeniería, en la Real Academia de Doctores de España y en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Presidió relevantes fundaciones como la Cotec y la Ortega-Marañón, y fue durante un cuatrienio presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, al que sometió a un profundo proceso de modernización. El Colegio le nombró Colegiado de Honor en 2005. Creó asimismo una Fundación familiar que, además de acopiar una importante colección de arte para evitar su exportación, prestó ayuda a infinidad de causas humanitarias, sociales y culturales.
No es exagerado decir que el vacío que deja Juan Miguel Villar Mir abre brechas irreparables en la sociedad, en la empresa y en la cultura de este país. Ha sido un personaje clave en muchos aspectos y ha marcado innumerables rumbos y caminos con su prestigio y clarividencia. Como ha escrito también Anson al término de un prólogo de una de las biografías del personaje, no es fácil abarcar la gran significación histórica de Juan-Miguel Villar Mir, “el hombre íntegro que lo tiene todo y que, al servicio de España, lo ha dado todo”.
Antonio Papell, ingeniero de caminos, canales y puertos
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